
En mi búsqueda de rituales de despedidas, llego hasta la ciudad de Nara, antigua capital de Japón, para estar presente durante el Mantoro, o fiesta de los faroles, que se hace en el templo Kasuga Taisha durante la época del O-Bon.
El O- bon dura entre el 13 y el 16 de Agosto y es en esa época, cuando las almas de los difuntos vienen al mundo de los vivos para estar cerca de sus familiares. Es una fecha muy importante para los japoneses y durante estos días, los cementerios se llenan de farolillos, se arroja agua a las tumbas y en los altares de las casas, se preparan todo tipo de ofrendas para la visita desde el más allá.
En NAra, se abren las puertas de los templos y a su alrededor, se apagan las luces eléctricas, quedándose todo a la luz de las velas y los farolillos, en una penumbra que crea una atmósfera recogida y mágica.

Aquí, la impresionante figura del Gran Buda, el Diabutsu, en el templo Todai-Ji
Estas luces ayudan a los espíritus a no perderse en el camino de vuelta al otro mundo.

Miles de velas y farolillos alumbran el Nara -koen, el parque que alberga a los templos y a sus cientos de ciervos, según dicen, antiguos mensajeros de los dioses y que hoy pasean a sus anchas y posan elegantemente para los turistas.


LA última noche, en la montaña, se crea un gran fuego de despedida con la forma de un Kanji, para ayudarles a encontrar el camino de vuelta y agradecerles su visita
En Kyoto, estos fuegos se hacen en las 5 montañas que rodean la ciudad y crean formas diferentes, así que esa será mi próxima parada.
Según voy descubriendo Japón, me doy cuenta hasta qué punto tienen arraigada la costumbre de acompañar a alguien hasta la puerta al despedirse. He visto que en muchos restaurantes, los camareros te acompañan hasta la calle y se quedan parados agradeciéndote la visita y mirandote marchar sonrientes hasta que te pierdes de su vista.
Un nuevo ritual de despedida cotidiana que acabo de descubrir!
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